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jueves, 19 de octubre de 2017

La casa de papel 1x10: Capítulo 10

Primera regla sobre La casa de papel: nada es lo que parece. Da igual lo que digan los adelantos de después del capítulo o la publicidad que haga Antena 3. Lo más probable es que, al final, pase todo lo contrario a lo que estáis esperando.

El final de la primera parte de la temporada nos dejó con algunas preguntas que hemos intentado responder, un poco alimentados por la publicidad de la cadena. Porque dejó muchas incógnitas, aunque la más importante de ellas era: ¿había descubierto la inspectora algo realmente comprometedor para el plan?

Recapitulemos: en el 1x09 a la inspectora se le encendió la bombilla y pensó que en Toledo, cerca de la farmacia, tendría que haber una casa de la que podrían sacar algo. Llevaba razón, porque su intuición la llevó a la casa donde el grupo de atracadores estuvo preparando el plan. Y podríamos pensar que estaba vacía pero, en su lugar, vimos un montón de pruebas... Y cómo el profesor se tensaba mientras escuchaba la radio.


Pero como he dicho, nada es lo que parece. No tardaremos en darnos cuenta que todas esas pruebas con las que Raquel estaba tan ilusionada no eran más que una trama que El profesor tendió con sumo cuidado para que la policía tardase tres días en darse cuenta de que todo aquello ya lo sabían. Pero Raquel es más lista de lo que el profesor piensa y se dará cuenta de que todo es demasiado bonito en cincuenta minutos.

Mientras esto pasa fuera, dentro llevan ya 80 horas de atraco y empiezan a surgir las dudas y las divisiones. Y todo esto comienza cuando El profesor lleva horas sin responder a las llamadas. Claro que todo esto ya estaba planteado: si el profesor no contestaba a sus ciclos de llamada en 24 horas significaría que lo habían pillado. Pero, que estuviese planteado no significa que no les diese miedo lo que pudiese pasar en ese caso.

Aún así el plan no había salido como se esperaba porque Berlín, que está muy perturbado, está teniendo relaciones con Ariadna, una de las secuestradas. A Nairobi no le gusta y así lo hace saber pero Denver, que está allí, intenta defender la situación hablando de su relación con Mónica (la cual, por otro lado, es consentida). Pero para Nairobi el asunto es igual de grave y no duda a la hora de hablar del síndrome de Estocolmo, que sucede entre secuestradores y secuestrados. Y a Denver le da qué pensar.


Pero relaciones con los secuestrados a parte, si acaban pillando a El profesor, tendrán que activar el plan Chernóbil. Un plan que no suena bien, menos cuando Berlín, que es el único que sabe de qué trata, dice que implicaría salir de ahí sin dinero.

A Tokio el atraco ya se le está haciendo largo y el incidente del profesor no le da las garantías suficientes de salir de ahí libre. Así que decide tomarse la justicia por su mano, y así se lo hace saber a Río. Pese a que no quiere involucrarle, el chico afirma ir a muerte con ella... ¿Será realmente así?


Fuera de la fábrica, la inspectora, que ya se ha dado cuenta de que puede ser una trampa, decide llamar al mejor forense para que ayude con el caso, y ese no es otro que Alberto, su ex marido. El mismo que la maltrató y luego acabó con su hermana. Este llegará a la casa y descubrirá a Raquel que todo lo que hay fuera no les sirve y que, si hay algo interesante, es en la chimenea, porque si quieren deshacerse de algo, lo quemarían. Y no anda muy desencaminado, porque El profesor ha quemado fotos de su infancia y un artículo de periódico que nos va a revelar por qué lo hace el profesor. Y es que su padre fue un atracador que murió haciendo uno de sus atracos. Y parece que el atraco perfecto lo único que pretende es honrar su memoria.

Volviendo dentro, Denver, aleccionado un poco por Moscú y por las palabras de Nairobi, está empezando a creerse que Mónica tiene el síndrome de Estocolmo y que, de no ser por eso, jamás estaría con él. Así que cuando tienen un momento a solas se lo hace saber pero lo cierto es que Denver sí que siente cosas por Mónica y, por lo que parece, ella también por él.


Aunque el problema sobre si está relación saldrá adelante es el menor de todos, porque la duda está sembrada dentro de la fábrica. Sólo queda un ciclo para que, si el profesor no aparezca, le den por perdido. Pero Tokio está desesperada y no piensa esperar seis horas más para comprobarlo así que enciende la tele y le ven en uno de los informativos, con la policía a su alrededor, en los exteriores de la casa, se piensa que le han cogido. Pero aunque Tokio está decidida a activar el plan Chernóbil, el resto no lo está tanto porque, tras una votación, la mayoría decide esperar a tener noticias de El profesor.

Pero en la casa de Toledo la policía sigue dando vueltas y cogiendo pruebas... Y El profesor por ahí pululando. Pero ve su oportunidad para marcharse cuando Alberto, el ex de la inspectora, va a Madrid con las pruebas. Aprovechando que tiene que ir, se ofrece a llevarle y Salva (también conocido como El profesor o Sergio), después de hacerle parar para quemar unos periódicos, le hace cabrear diciéndole lo horrible que es por lanzarle fichas a diversas mujeres mientras estaba con Raquel. ¿Su objetivo? Lo que consigue: el policía para el coche, se pelean y Salva deja inconsciente a Alberto. Con esto gana el tiempo suficiente para cambiar las pruebas por los trozos de papel quemado que previamente había conseguido.


Los minutos finales del capítulo se acercan y la tensión va aumentando, así que tenemos que volver dentro de la fábrica. La votación para Tokio no ha tenido validez y ella, junto a Río y Denver (que quiere salir para no enamorarse más de Mónica), atan a Berlín a una silla y le empiezan a romper sus medicinas para que les cuente el plan. Pero Berlín no cede, ni aunque Tokio juege a la ruleta rusa con una pistola en su cabeza.

Mientras tanto, Helsinki mata definitivamente a Oslo, que estaba en estado catatónico como consecuencia de la huida de rehenes de episodios anteriores. Y todo el problema acaba después de una discusión entre Nairobi y Tokio, que ahora tienen intereses diferentes (Nairobi quiere el dinero para huir con su hijo), con Moscú echando abajo la puerta donde estaban encerrados y con Río y Denver rajándose del plan.


¿Pensábais que esto era todo? ¿Que Berlín iba a dejar las cosas tal cual? Nada de eso. Berlín sabe que Tokio puede ser un problema así que, atándola en una mesa con ruedas, abre las puertas y la saca al exterior, donde la policía la está esperando. Y, mientras tanto El profesor estará en comisaria, esperando para que le tomen las huellas después de haber agredido a un agente.

Las cosas se complican y, aunque ahora todo parece imposible, seguro que La casa de papel nos sorprende y da la vuelta a todo lo que pensemos. La acción está condensada y la emoción asegurada. ¿Os vais a perder esta segunda mitad de una de las mejores ficciones españolas que hay actualmente?

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