domingo, 18 de junio de 2017

La casa de papel 1x07: Refrigerada inestabilidad

54 horas de atraco y Berlín ya ha descubierto que Mónica, la mujer a la que Denver mandó matar, sigue viva. Parece que los secretos no pueden durar mucho en La casa de papel y es que, a escasos capítulos del final de la temporada, las cosas empiezan a ponerse interesantes.

Tras el descubrimiento de que, la que parecía la única víctima del atraco, sigue viva, todos levantan rápidamente sus armas. El enfrentamiento no dura mucho, porque Berlín al final acaba cediendo "en favor de la vida". Y no os voy a engañar, le viene de lujo que siga viva.


Fuera de la fábrica, la inspectora Murillo habla con Ángel y le manda a investigar la farmacia en la que El profesor compró las medicinas de Berlín. Ángel es el único policía en el que la inspectora cree que puede confiar (porque no sabe nada de que tiene un micrófono en las gafas) aunque el hombre puede que esté malinterpretando sus responsabilidades con el pasado común que mantuvieron.

Dentro, de nuevo, El profesor llama a Berlín y le dice que activen el plan Valencia (una vez se ha enterado de que Mónica sigue viva). Este plan consiste en disparar a un muro mientras los rehenes, dirigidos por Nairobi, empiezan un coro de gritos. ¿El objetivo del plan? Que la inspectora entre en la fábrica y, de ese modo, ganar tiempo.

Los problemas no solo se dan entre los atracadores y es que en este episodio podemos ver como algunos de los alumnos del instituto de Allison la acorralan y la acosan por el hecho de que la policía prefiera a la chica al resto. Nairobi llega a tiempo para animar a la muchacha aunque, quizá, esto luego le traiga problemas.


El plan Valencia funciona. Raquel pide unas pruebas de vida de los rehenes que no sirven así que se ve obligada a pedirles entrar. La escena de Raquel entrando en la fábrica es simplemente maravillosa, por cierto.

El caso es que la inspectora entra con un micro, aunque sabe de sobra que se lo iban a quitar y es que su propósito era diferente. En ese micro, hay una simple palabra grabada: Rayo. Y esa palabra cala hondo en Río. Rayo era el mote que usaban sus padres para él (cuyo verdadero nombre es Aníbal Cortés) y, precisamente por eso, acaba abriendo el micro para descubrir una tarjeta micro SD con un mensaje de sus padres. Río está afectado después de verlos en la tele y parece que, de algún modo, puede poner las cosas en peligro. Aunque habrá que esperar a la semana que viene para verlo.


Ajenos a todo esto, Berlín y Raquel, sentados al lado en unas sillas al pie de las escaleras, asisten al desfisle de rehenes que Río y Tokyo les van pasando. Desde Arturo hasta Mónica (a la que intentan ocultar su herida) todos van desfilando de uno en uno, dejándose para el final al plato estrella: Allison. Aunque esto lo contaré más adelante.

Porque, ya que menciono a Arturito y a Mónica es digno de mención su reencuentro. Helsinki le promete a Arturo una sorpresa y, cuando la mujer llega, este no duda a la hora de abrazarla, besarla y sobarla. Pero ella, por primera vez, no parece muy por la labor. No se aparta pero no parece contenta. Y cuando Denver llega para curarla la herida después de su visita a la inspectora, a Arturo el asunto le resulta turbio y empieza a buscar, como siempre, una salida. Aunque yo, más que salida, llamaría a estos intentos por liarla, arturadas.



La arturada de este capítulo consistía en dos cosas. En primer lugar, la profesora en el capítulo anterior se quedó con unas tijeras que, por miedo, cedió a Arturo y este parece que las va a usar. Pero al final su plan es diferente: intentar convencer a Allison de que se meta en la caja fuerte de su despacho. Si la inspectora no ve a Allison, Arturo está seguro de que entrarán y los rescatarán. La verdad es que la chica parece un poco perdida y reacia a hacerlo pero claro, después del discursito motivador de Nairobi, ¿por qué no iba a hacerlo?

Es a esta a la que engaña justo cuando iba a llevarla ante Raquel. Le pide ir al baño y luego, se escapa y se mete dentro de la caja fuerte (aunque lo dudásemos sí, al final se aprende los números). Pero la caja es más pequeña de lo que parece.

El profesor, desde fuera, está siendo vigilado de cerca por Ángel, que empieza a sospechar. Así que, justo cuando ocurre lo de la caja fuerte y El profesor lo ve y va a avisar, llega Ángel a su cuartel general. El profesor (Salva, como se hace llamar ante la inspectora) le dio una tapadera a por qué está ahí: tiene un proyecto de sidra casera. Así que cuando Ángel llega, El profesor le da a probar la sidra y, mientras le prepara el vaso, Ángel se lleva una cuchara como prueba.



Ángel se va y les da a unos policías, que están recogiendo pruebas del coche de la policía que usó El profesor la semana pasada para evitar que hiciesen su relato robot, la cuchara. Para desgracia de El profesor, los policías tenían una huella que poder comparar. 

Cuando Ángel se va El profesor, que ya tiene una llamada entrante, le dice rápidamente a Río dónde está Allison y la sacan a tiempo para que la inspectora la vea. A Raquel no le queda tiempo antes de que sus compañeros, asustados por que le pase algo, entren disparando, así que se marcha antes de crear una carnicería.

Hasta aquí lo que pasa dentro. Sin embargo el episodio termina fuera, con Ángel llegando a la farmacia justo cuando El profesor ha robado los registros. Siempre un paso por delante. Ángel era el único que sabía el plan junto con la inspectora, ¿se lo dirá para que deje de confiar en él?


Es una de las muchas preguntas que, como viene a ser costumbre, nos deja La casa de papel para la semana que viene. En este episodio también hemos podido ver cómo se enteran todos los atracadores de la enfermedad terminal de Berlín y como este acaba acostándose con una rehén (que ve en eso la única salida para marcharse de ahí con vida). Berlín a cada capítulo nos cae peor y Arturo la lía más. Queda poco para el final y, si siguen con este ritmo, parece que nos van a sorprender.

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