sábado, 4 de febrero de 2017

Teen Wolf 6x10: Riders on the Storm

Teen Wolf se despide hasta verano con un episodio que, en el fondo, era lo que todos estábamos esperando y más. La semana pasada ya vimos el rumbo que iba a tomar esto, o al menos, lo intuimos. Después de acabar con una figura apareciendo tras la brecha sólo nos quedaba comprobar si era Stiles. Y, para que no quede duda, empezamos el episodio con él.

Nos trasladamos a la estación de Bacon Hills donde Stiles intenta averiguar todavía de dónde puede salir el tren al que todo el mundo se dirige. Justo mientras Stiles se mueve entre la gente, aparece el Sheriff, que al fin se reencuentra con su hijo. El reencuentro es breve porque su padre le dice que vaya a reunirse con sus amigos. Así que, de este modo, Stiles acaba escuchando a Lydia y, su voz, le guía a la brecha a través de la que pasará para ir al otro mundo.


Sin embargo, Stiles no aterriza donde están Scott, Malia y Lydia, lo que les hace perder la esperanza a todos menos a esta última. Pero, como no tienen tiempo, Scott se va a investigar con Liam algo que acaba de ocurrir en Bacon Hills: unas vías de tren han aparecido en mitad del pueblo y llevan a la biblioteca del instituto.

Malia y Lydia, aunque prometieron quedarse a esperar a ver si Stiles aparecía, cambian de parecer y deciden ir a buscar a Stiles. Este ha aparecido en su coche, así que no duda en conducir a los diferentes sitios en los que podrían estar sus amigos. Y, como siempre, llega en el momento justo. Mientras Scott y Liam luchan con Parrish y Douglas, aparece Stiles con su bate y su inteligencia, dispuesto a salvar a sus amigos. Y aquí se produce el segundo reencuentro del capítulo, entre Scott y Stiles. No cabe duda que estos dos son muy buenos amigos y, sin duda, nos dieron un reencuentro de lo más especial.


Una vez están todos juntos, se niegan a separarse, pero tienen que seguir investigando sobre las vías. Mientras tanto, Lydia y Malia han llegado a la biblioteca del instituto, donde ahora está la estación de tren. Lo malo es que no pueden comunicarse con nadie, o eso parece. Porque allí está Peter, y Malia tendrá que hacerle despertar para intentar conseguir que todos los de la estación salgan de ahí y no cojan el tren. Que Peter despierte nos trae como consecuencia la faceta que sabíamos que existía en el hombre lobo: la paternalista. Y es que no duda en salvar a su hija aunque sea a costa de su propia vida.

Llegados a este punto, los jinetes no pueden hacer desaparecer a nadie, porque ambas dimensiones se juntan (toda una ironía que, justo cuando aparezca Stiles, las dimensiones se junten) como consecuencia de un Corey lleno de cables que tiene pinta de estar sufriendo mucho. Y, aunque Mason, Haley y Liam (que ha entrado a lomos de un caballo en la dimensión) intentan quitarle el cableado, llegan a la conclusión de que tienen que darle más tiempo a Scott para acabar con los jinetes, así que se quedan con él, esperando a su llamada.


De reencuentros va la cosa y es que, después de hacer que Stiles se reencuentre con su padre y su mejor amigo, no quedaba otra cosa que no fuese reencontrarse con el amor de su vida. El momento se ha hecho de rogar pero, cuando ambos se encuentran, en el sitio en el que se dieron su primer beso, y Lydia le dice que no le dijo que le quería, a Stiles ya nada le importa. Se acerca a ella y nos regala a todos los espectadores el momento que estábamos esperando: el beso. Un beso que sabe a poco debido a la tensión que emerge del capítulo.

Y es que, aunque los reencuentros son algo principal en este capítulo, todavía tienen que acabar con el problema de los jinetes y salvar a la población de Bacon Hills de subirse al tren que puede suponer su desaparición. Pero la madre de Stiles no está dispuesta a dejar que lo consigan, así que intenta matar a su hijo. Pero Lydia y el sheriff se unen para acabar con ella y así salvar a Stiles.

El capítulo nos regala, además, otro momento en el que una pareja se hace canon, y es que Chris Argent y Melissa McCall ya iban mostrando que iban a tener una especie de relación, y todo estalla cuando la mujer le besa después de un momento de tensión. Yo, por mi parte, estoy apenada, porque era más partidaria dela relación de Melissa McCall con el sheriff.


Dejando a un lado los reencuentros, Scott y una manada compuesta por Liam, Malia, Peter y Theo luchan contra todos los jinetes y Douglas, haciendo que, finalmente, Douglas se convierta en un jinete con el distintivo nazi en un brazo (para que nadie olvide quién es). Y, tras esto, todos los jinetes se marchan y los habitantes de Bacon Hills son devueltos a su dimensión natural.

Tras esto sólo nos queda asistir a un día normal en la vida de nuestros protagonistas, que vuelven a estar juntos en el último día de instituto. A partir de entonces, los caminos se separan y, tras una reflexión sobre lo que ha cambiado y lo que no (como, por ejemplo, que Stiles haya conseguido a la chica de la que llevaba enamorado diez años), Stiles (que se va a cursar algo relacionado con el FBI), le da sus bienes más preciados a Scott y Mason (su jeep y su bate de béisbol respectivamente). Scott se queda en Bacon Hills, pero todos los demás se marchan, dejándonos la incógnita de qué pasará en la segunda mitad.


Hay un cadáver en el bosque, pero los chicos ya no están interesados en meterse en más líos, así que siguen conduciendo a su nueva vida. Sin duda, con este final, podría haber acabado perfectamente la serie de una manera lógica y coherente. Pero quizá era todo demasiado bonito para los guionistas, que nos tendrán preparado algo mucho más dramático de lo que hemos visto hasta ahora. ¿Llegarán a sorprendernos?

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